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Cuando los estereotipos te marcan y te desmarcan…
Una marca es un símbolo, una palabra, unos colores y unos signos que nos evocan unos valores con los que nos identificamos y definimos. Una marca es una actitud, un comportamiento, un aglutinante de sensaciones que nos hacen “pertenecer”. Todo esto parece más fácil al hablar de marcas de productos de consumo o de marcas que no tocan nuestro “corazoncito”. Cuando hablamos de apelativos, de adjetivos calificativos que explican valores de una marca, en el campo de creencias y afinidades, automáticamente polarizamos el significado y fomentamos el estar en contra de. Hablamos de “fanatismos”, ser fanático de… ser el mayor defensor y promotor de una marca, es como llevarla tatuada. Y en este caso ser fanático de una marca, que forme parte de tu tarjeta de presentación es el mayor símbolo de fidelidad hacia una marca. Es el paradigma de lo que quiero ver en mis clientes y consumidores.
Cuando aplicamos los valores de marca al nacionalismo, al ser de un país, al identificarte con tu “yo”, todo esto adquiere una nueva dimensión, un nuevo enfoque. Entran en juego los estereotipos, lo que ya tenemos “aprendidos” y que nos afectan y “infectan “el mensaje y por ello ataca al posicionamiento de esta marca-nación. El caso que estoy analizando es el de ser catalán/a (y no morir en el intento). Es el caso de una marca que es aceptada y rechazada a la vez. Una marca que puede llegar a posicionar y diferenciar catalanes universales vanagloriados en Milán, NYC y Tokio, pero sentirse marginados y rechazados en su propio territorio. Una marca que en la distancia corta genera grandes amistades y complicidades y como colectivo provoca rechazo llegando, a veces, al menosprecio. ¿Por qué?
Si la imagen es lo que somos; y la identidad lo que queremos llegar a ser, es muy importante y estratégico ¿QUÉ COMUNICAMOS?; que es, al fin y al cabo; nuestro posicionamiento. La marca catalana, en términos de branding, lo está haciendo mal; lo estamos haciendo MUY MAL. Deberíamos ver las amenazas como oportunidades y intentar ser más estrategas y ver la condición de catalán/a como un atributo de marca; un valor que suma. Solo así, y comunicado así podremos posicionarnos en este rincón mediterráneo de este gran globo global donde ocupamos una minúscula parte. Los valores de emprendedor, universalidad, tierra de acogida y de libertad, destino de rica gastronomía, de sol, viñedos y playa…, tierra de científicos y voluntariado, de artistas y creadoras… todo este cóctel; debe ser nuestra marca. No basemos nuestros valores de marca con el rencor, el “gritar” en perder tiempo energías y esfuerzos en criticar lo mal que nos tratan… Vamos a ver, en todo caso, lo mal que nos comunicamos y lo mal que nos vendemos y lo mal que nos posicionamos y lo mal que nos presentamos. Tratemos nuestra marca innata, la que al nacer y criarnos se nos impregna y dotémosla de la magia del branding para generar amor y no rechazo.
Valor, valor y valor… solo eso es lo que hace que una marca sea marca y sea percibida y llevada como tal. Propongo mirar “lo catalán” desde otro prisma, mirarlo desde lo que hacemos bien, lo que somos en esencia, lo bueno que dicen de nosotros y ESO potenciarlo y transformarlo en VALOR. Después transmitirlo en catalán, inglés y chino. La feria del libro de Frankfurt ha sido el mayor trampolín cultural a ese gentilicio que genera amor odio… aprovechemos esta buena racha germana para centrarnos mas en que hacemos bien y como lo exportamos y… ya lo traduciremos.
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