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Cuando no sabes por donde mover ficha
Congelar tiene esa virtud; preservar las vitaminas, cualidades, propiedades y riqueza del producto recién pescado, colectado o elaborado. Y después cuando lo necesitamos, lo descongelamos, lo preparamos y lo consumimos. Ese avance que se ha hecho exitosamente en la alimentación y se ha incorporado en nuestras dietas y vidas, también se ha adaptado a otros sectores como el farmacéutico, el reproductivo y en las organizaciones. Todos hemos congelado proyectos, ideas, decisiones y campañas. De hecho tenemos el congelador lleno de campañas que están ahí abajo envueltas en film transparente y cubiertas con cajas de envases preciosos y que no estamos viendo ni valorando. Pero corporativamente hablando, hay otra forma de estar congelado, y es “no mover ficha” no tomar decisiones, no hacer comunicación, no invertir, no contratar, no “palpitar”. Esa congelación nos puede llevar a la destrucción, y ese estado “`parado” “congelado” lo están viviendo muchas empresas, marcas y productos durante esta época de crisis. Época de paron, de reflexión, de reconducir, de repensar y de escuchar al cliente, al socio, al proveedor, al colaborador, al equipo de trabajo, a los que casi nunca escuchamos conscientemente.
Convivir con las noticias pesimistas, no son el mejor aliciente para emprender y arriesgar, pero es la oportunidad para ver donde podemos ser efectivos y dar valor a estas empresas y marcas en este momento de la historia. Es un momento evolutivo que hará desaparecer a algunos, transformar a muchos y surgir a unos pocos. Pero no es un momento “congelado” de vida, solo congelado de frescura.
Ahora debemos preservar lo esencial de nuestra marca para que no se pierda. No siempre es imprescindible la frescura, muchas veces un buen “ahumado” es infinitamente mejor que un fresco. Ahora nos toca esto, detectar qué es ESENCIAL para nuestra marca y congelarlo. Congelarlo claramente con una etiqueta que diga la palabra clave y la fecha de congelación y que este guardado en el cajón que le corresponda. Solo así podremos descongelarlo cuando lo volvamos a necesitar.
Es el momento perfecto para reestructurar la empresa, los valores, la misión, para que todo el equipo sepa qué es su empresa, y opine y aporte para mejorar. Es el momento para escribir qué quiero ser y cuándo lo quiero ser, cómo lo voy a conseguir y con qué herramientas. Es el momento de preguntarle a nuestro cliente qué podemos hacer por él, para que nuestro producto, servicio, aportación sea mejor. Es el momento de mirar hacia dentro. Pero sin dejar de caminar, de latir de EXISTIR
Y no hay táctica sin estrategia, como diría Mario Benedetti… Si sólo miramos hacia dentro, parecerá que estamos “cerrados por vacaciones”, y no nos conviene. Debemos formar parte del mapa de marcas del mercado y de nuestro cliente y clienta, pero en versión; “hilo musical”. Por ello es ESENCIAL qué detectemos qué somos más que nadie y ESO, es lo que debemos transmitir durante este momento de reflexión y de depuración. Debemos diseñar y emitir acciones de comunicación que refuercen LO que SOBRETODO somos para que mientras ordenamos los armarios, el congelador y vaciamos la casa, no dejemos de sonar… como el flautista de Hamelin.
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